Ecuapop empieza su recorrido por los centros escolares de Educación Secundaria de la Comunidad Valenciana. Gracias a FUNDAR y su programa "Solidaridad en el aula", nuestro documental se ha ofrecido a docentes de toda la comunidad para poder tratar con su alumnado los temas relacionados con la inmigración y la xenofobia.
Petrer ha inaugurado este recorrido, que esperamos sea largo, en un día que nos ha obligado a los dos realizadores que todavía no hemos "emigrado" (Clarisa, te añoramos...) a darnos un buen madrugón para llegar a Petrer, co-capital del calzado, a las 9.
El día nos recibió gris y algo lluvioso en Petrer, pero pronto nos metimos en faena, ya que al poco de llegar, el enorme salón de actos del IES Azorín (de los que ya no quedan y que, nos cuentan, va a desaparecer cuando el centro sea derrumbado y hecho de nuevo) estaba lleno de 75 alumnos y alumnas de 3º de ESO que, todavía con caras de sueño, se disponían a ver nuestro documental. Agradecemos a Concepción Romero y Agustín Navalón su recibimiento y atenciones: el bocadillo de tortilla de patata de cantina de instituto (todo un clásico) llegó en el momento oportuno. Fueron dos pases de la película, siempre con alumnado de 3º de ESO, un total de unas 150 personas. Bien es cierto que, tras el primer pase, decidimos utilizar el segundo para dar una vuelta por Elda o Petrer (nunca sabes en cuál de los pueblos te encuentras) y visitar un par de zapaterías cuyos escaparates mostraban buenos ejemplares del producto local a precios muy competitivos.
La experiencia de ver nuestro trabajo junto a una audiencia tan exigente y tan poco acostumbrada al tema y al género documental era una prueba de fuego para nosotros. Hasta hoy, los pases públicos de la película habían sido el del estreno en Onda, con público mixto, pero más bien adulto; el pase en Adrogué (Argentina), de similares características, y; un pequeño grupo de 4º de ESO en el IES El Caminàs de Castellón. Este nuevo viaje que Ecuapop empezaba hoy ha significado una buena piedra de toque para sucesivas actividades. Bien es cierto que, en adelante, serán los profesores los encargados de dirigir las sesiones, porque nosotros no vamos a asistir siempre, así que las experiencias que tengamos ahora serán con las que nos quedemos para siempre.
A un profesional de la enseñanza no le extrañará que muchos de los asistentes a la proyección prestaran poca atención a la misma, pues contamos de antemano con la experiencia de ocasiones anteriores y sabemos de la dificultad que hoy día los estudiantes de 14-15 años tienen para concentrarse durante una hora ante un documental que básicamente, trata de personas que hablan. A las personas ajenas a esta profesión les puede causar extrañeza y hasta violencia contenida estar frente a esta situación, pero somos de los que pensamos que, en el peor de los casos, el mensaje ha llegado a una considerable minoría.
En el momento de debatir sobre el documental, el primer grupo no fue muy participativo. Más bien se limitó a escuchar nuestros puntos de vista y nuestras motivaciones. Y basta. El segundo grupo planteó la batalla. Fue una batalla dialéctica, pero batalla, al fin y al cabo. No sabemos quién ganó. Probablemente ganó la palabra. La palabra dicha y la palabra pensada y callada. En este debate se reflejaron los mismos miedos y los mismos prejuicios que nuestro documental humildemente pretendía denunciar. Y también las mismas esperanzas, que las hubo, personificadas en una alumna que se empeñaba en poner el sentido común y la razón que le faltaban a otros comentarios que se escuchaban a veces en forma de voces expresadas casi de forma anónima en voz alta desde una boca oculta tras un pasamontañas en una cabeza embozada en una cazadora que cubría casi de forma total la persona de un alumno agazapado en una de las butacas de la sala.
Creemos que dimos las respuestas oportunas. Por nuestra parte, los argumentos de las personas más exaltadas dejaron pronto de ser sustanciales una vez contraargumentados sin percibir el mínimo atisbo de reconsideración de parte de sus seguidores. Así, pasamos a concentrarnos en aquellas personas que seguían la discusión con los ojos y los oídos bien abiertos, pero que no se dignaron a intervenir. Nuestra percepción de lo que son los jóvenes hoy en día no puede quedarse en que todos son como esas tres chicas que denostaban a todos los colombianos por sucios y ladrones. Tampoco son todos como aquella que compartía nuestras tesis con una sonrisa en la boca. Nosotros queremos pensar que el germen de la transformación queda en las cabezas de aquellos espectadores pasivos que abandonaron la sala en silencio hacia sus clases de matemáticas. Y somos conscientes que este será el panorama en el resto de centros.
Una de las profesoras comentó al finalizar que algunas de las cosas que las "niñas" habían dicho le daba miedo. A nosotros no nos sorprendieron, pero para eso hicimos Ecuapop; para provocar la reacción del espectador frente a un espejo de muchas formas y colores en el que, seguramente, en algún momento de exposición, éste se viera reflejado. Ha sido patente que quien tiene miedo y ve su miedo reflejado en el espejo, reacciona con más miedo, y con más violencia (verbal, en este caso).
Por todo ello, nos sentimos satisfechos con la experiencia y no nos desaniman las opiniones "poco moderadas" porque, parafraseando a nuestro co-protagonista Jorge, "lo dicen porque lo oyen por ahí". Estamos convencidos de que esta iniciativa es válida, que es nuestro compromiso como ciudadanos el trabajar por que otros puedan acceder a las mismas condiciones que desearíamos para nosotros y los nuestros, porque creemos en los Derechos Humanos, nuestra verdadera religión, y porque pensamos que en la escuela, los alumnos DEBEN escuchar estas cosas. No estamos de acuerdo con la profesora que sugería proponer estas actividades como voluntarias para los alumnos.
Volvimos pronto a casa, tras recoger el DVD definitivo de Ecuapop en Valencia, ya listo para hacer todas las copias que se distribuirán por los institutos de la provincia de Castellón a partir de diciembre. ¿Con el ánimo algo revuelto? No, más bien convencidos de que había sido útil. Y si no, por lo menos, regresamos con dos buenos pares de zapatos nuevos.
Petrer ha inaugurado este recorrido, que esperamos sea largo, en un día que nos ha obligado a los dos realizadores que todavía no hemos "emigrado" (Clarisa, te añoramos...) a darnos un buen madrugón para llegar a Petrer, co-capital del calzado, a las 9.
El día nos recibió gris y algo lluvioso en Petrer, pero pronto nos metimos en faena, ya que al poco de llegar, el enorme salón de actos del IES Azorín (de los que ya no quedan y que, nos cuentan, va a desaparecer cuando el centro sea derrumbado y hecho de nuevo) estaba lleno de 75 alumnos y alumnas de 3º de ESO que, todavía con caras de sueño, se disponían a ver nuestro documental. Agradecemos a Concepción Romero y Agustín Navalón su recibimiento y atenciones: el bocadillo de tortilla de patata de cantina de instituto (todo un clásico) llegó en el momento oportuno. Fueron dos pases de la película, siempre con alumnado de 3º de ESO, un total de unas 150 personas. Bien es cierto que, tras el primer pase, decidimos utilizar el segundo para dar una vuelta por Elda o Petrer (nunca sabes en cuál de los pueblos te encuentras) y visitar un par de zapaterías cuyos escaparates mostraban buenos ejemplares del producto local a precios muy competitivos.
La experiencia de ver nuestro trabajo junto a una audiencia tan exigente y tan poco acostumbrada al tema y al género documental era una prueba de fuego para nosotros. Hasta hoy, los pases públicos de la película habían sido el del estreno en Onda, con público mixto, pero más bien adulto; el pase en Adrogué (Argentina), de similares características, y; un pequeño grupo de 4º de ESO en el IES El Caminàs de Castellón. Este nuevo viaje que Ecuapop empezaba hoy ha significado una buena piedra de toque para sucesivas actividades. Bien es cierto que, en adelante, serán los profesores los encargados de dirigir las sesiones, porque nosotros no vamos a asistir siempre, así que las experiencias que tengamos ahora serán con las que nos quedemos para siempre.
A un profesional de la enseñanza no le extrañará que muchos de los asistentes a la proyección prestaran poca atención a la misma, pues contamos de antemano con la experiencia de ocasiones anteriores y sabemos de la dificultad que hoy día los estudiantes de 14-15 años tienen para concentrarse durante una hora ante un documental que básicamente, trata de personas que hablan. A las personas ajenas a esta profesión les puede causar extrañeza y hasta violencia contenida estar frente a esta situación, pero somos de los que pensamos que, en el peor de los casos, el mensaje ha llegado a una considerable minoría.
En el momento de debatir sobre el documental, el primer grupo no fue muy participativo. Más bien se limitó a escuchar nuestros puntos de vista y nuestras motivaciones. Y basta. El segundo grupo planteó la batalla. Fue una batalla dialéctica, pero batalla, al fin y al cabo. No sabemos quién ganó. Probablemente ganó la palabra. La palabra dicha y la palabra pensada y callada. En este debate se reflejaron los mismos miedos y los mismos prejuicios que nuestro documental humildemente pretendía denunciar. Y también las mismas esperanzas, que las hubo, personificadas en una alumna que se empeñaba en poner el sentido común y la razón que le faltaban a otros comentarios que se escuchaban a veces en forma de voces expresadas casi de forma anónima en voz alta desde una boca oculta tras un pasamontañas en una cabeza embozada en una cazadora que cubría casi de forma total la persona de un alumno agazapado en una de las butacas de la sala.
Creemos que dimos las respuestas oportunas. Por nuestra parte, los argumentos de las personas más exaltadas dejaron pronto de ser sustanciales una vez contraargumentados sin percibir el mínimo atisbo de reconsideración de parte de sus seguidores. Así, pasamos a concentrarnos en aquellas personas que seguían la discusión con los ojos y los oídos bien abiertos, pero que no se dignaron a intervenir. Nuestra percepción de lo que son los jóvenes hoy en día no puede quedarse en que todos son como esas tres chicas que denostaban a todos los colombianos por sucios y ladrones. Tampoco son todos como aquella que compartía nuestras tesis con una sonrisa en la boca. Nosotros queremos pensar que el germen de la transformación queda en las cabezas de aquellos espectadores pasivos que abandonaron la sala en silencio hacia sus clases de matemáticas. Y somos conscientes que este será el panorama en el resto de centros.
Una de las profesoras comentó al finalizar que algunas de las cosas que las "niñas" habían dicho le daba miedo. A nosotros no nos sorprendieron, pero para eso hicimos Ecuapop; para provocar la reacción del espectador frente a un espejo de muchas formas y colores en el que, seguramente, en algún momento de exposición, éste se viera reflejado. Ha sido patente que quien tiene miedo y ve su miedo reflejado en el espejo, reacciona con más miedo, y con más violencia (verbal, en este caso).
Por todo ello, nos sentimos satisfechos con la experiencia y no nos desaniman las opiniones "poco moderadas" porque, parafraseando a nuestro co-protagonista Jorge, "lo dicen porque lo oyen por ahí". Estamos convencidos de que esta iniciativa es válida, que es nuestro compromiso como ciudadanos el trabajar por que otros puedan acceder a las mismas condiciones que desearíamos para nosotros y los nuestros, porque creemos en los Derechos Humanos, nuestra verdadera religión, y porque pensamos que en la escuela, los alumnos DEBEN escuchar estas cosas. No estamos de acuerdo con la profesora que sugería proponer estas actividades como voluntarias para los alumnos.
Volvimos pronto a casa, tras recoger el DVD definitivo de Ecuapop en Valencia, ya listo para hacer todas las copias que se distribuirán por los institutos de la provincia de Castellón a partir de diciembre. ¿Con el ánimo algo revuelto? No, más bien convencidos de que había sido útil. Y si no, por lo menos, regresamos con dos buenos pares de zapatos nuevos.
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